El metal precioso alcanza un nuevo récord mundial
El oro ha superado esta semana los 4.000 dólares por onza, alcanzando un máximo histórico impulsado por la creciente incertidumbre económica y geopolítica. En los últimos dos años, su valor prácticamente se ha duplicado, consolidándose como el principal activo refugio ante la volatilidad de los mercados y las tensiones internacionales.
El impulso ha estado marcado por las compras masivas de los bancos centrales, que buscan reforzar sus reservas frente a la caída del dólar y el repunte de la inflación. Según los datos del Consejo Mundial del Oro, instituciones como las de China, Turquía e India han liderado las adquisiciones durante el último trimestre, consolidando una demanda sin precedentes.
Las razones detrás del rally
Los analistas coinciden en que la escalada responde a varios factores combinados. Por un lado, la desconfianza en la deuda soberana y las divisas tradicionales ha empujado a los inversores hacia activos considerados seguros. Por otro, el contexto de tensiones geopolíticas —especialmente en Oriente Medio y Asia— ha elevado la percepción de riesgo y aumentado el atractivo del metal amarillo.
A ello se suma la expectativa de que los bancos centrales mantengan tipos de interés moderados durante los próximos meses, lo que reduce el coste de oportunidad de mantener oro frente a otros activos financieros. En este entorno, los fondos de inversión y los pequeños ahorradores han incrementado también su exposición, alimentando un efecto dominó que ha llevado al oro a niveles inéditos.
¿Qué puede pasar a partir de ahora?
Aunque la tendencia sigue siendo alcista, los expertos advierten de que el oro podría enfrentarse a correcciones si el panorama económico mejora o si las políticas monetarias se endurecen. Algunos analistas de Goldman Sachs y JP Morgan estiman que el precio podría seguir escalando hasta los 5.000 dólares por onza si la inestabilidad persiste, mientras que otros creen que la euforia actual podría moderarse a corto plazo.
El incremento, sin embargo, refleja una realidad más profunda: los inversores buscan refugio y certidumbre en un momento en que los mercados tradicionales muestran señales de agotamiento. La fiebre del oro ha regresado, y con ella, el eterno debate sobre si se trata de una oportunidad de inversión o de un síntoma de fragilidad económica global.





