El universo cinematográfico de Expediente Warren ha recorrido más de una década consolidándose como referente indiscutible del cine de terror moderno. Desde que James Wan estremeció a medio mundo en 2013 con The Conjuring, las historias inspiradas en los archivos de Ed y Lorraine Warren han tejido un entramado de películas que incluyen éxitos como Annabelle, La Monja o La Llorona. Sin embargo, el estreno de Expediente Warren: El Último Rito marca un punto de inflexión: no solo es la novena entrega del universo, sino también la conclusión definitiva de la saga principal de los Warren en la gran pantalla.
Dirigida por Michael Chaves y con guion de Ian Goldberg, Richard Naing y David Leslie Johnson-McGoldrick, la cinta regresa a las raíces que hicieron de la primera entrega un clásico contemporáneo. La trama se centra en el célebre caso Smurl, sucedido en Pensilvania durante los años ochenta, en el que una familia denunció ser víctima de fenómenos paranormales persistentes y violentos. A partir de ese episodio, la película construye un relato cargado de tensión y oscuridad que enfrenta a los Warren a su última gran batalla.
Patrick Wilson y Vera Farmiga vuelven a dar vida a Ed y Lorraine con la intensidad y la vulnerabilidad que han caracterizado a sus interpretaciones. En El Último Rito ambos personajes aparecen envejecidos, conscientes de que cada enfrentamiento con el mal les acerca a un límite personal y espiritual difícil de sostener. La inclusión de Judy Warren, ya adulta e interpretada por Mia Tomlinson, aporta una dimensión íntima y emotiva: el terror se cuela en el seno familiar de los propios demonólogos, subrayando la fragilidad de quienes se han erigido durante décadas como guardianes contra lo inexplicable.
Una de las virtudes más destacadas de la película es su capacidad para recuperar el tono sofocante de la primera entrega, considerada hasta ahora la más aterradora de la saga. El empleo de escenarios cerrados, la construcción milimétrica de los silencios y un diseño de sonido que dispara la tensión convierten cada secuencia en un ejercicio de suspense puro. Si bien las entregas anteriores ampliaron el universo con tramas más espectaculares, El Último Rito regresa a la esencia: el miedo íntimo, psicológico y religioso.
El filme no escapa, como es habitual, a ciertas licencias narrativas. El espejo maldito que sirve de eje a la historia, o el dramatismo de la intervención de los Warren, difieren del caso real, en el que los fenómenos nunca se resolvieron con claridad. Sin embargo, esa combinación de realidad y ficción es lo que ha distinguido a toda la saga: tomar lo verídico como semilla para un relato cinematográfico que trasciende lo anecdótico y se adentra en lo mítico.
Con un presupuesto estimado de 55 millones de dólares y una recaudación mundial que ya supera los 370, Expediente Warren: El Último Rito se despide por todo lo alto. Es un cierre que homenajea a los personajes, devuelve al espectador a las raíces del miedo y confirma que la primera y la última entrega quedarán en la memoria colectiva como las más terroríficas. Una despedida a la altura de unos protagonistas que hicieron del cine de terror algo más que un sobresalto: una experiencia inmersiva, inquietante y, sobre todo, inolvidable.





