El Instituto Nacional de Estadística confirmó que el producto interior bruto de España creció un 0,6 % en el tercer trimestre de 2025, una cifra que mantiene el pulso de la recuperación, aunque evidencia una leve desaceleración respecto al 0,8 % registrado en el periodo anterior. En términos interanuales, el avance se sitúa en un 2,8 %, ligeramente por debajo de las previsiones del Gobierno y de los analistas internacionales.
La ralentización responde, según los expertos, a un contexto global más incierto. Las exportaciones españolas se han visto afectadas por el desplazamiento de flujos comerciales desde Asia, especialmente tras las tensiones arancelarias entre Estados Unidos y China, que han desviado hacia Europa un volumen considerable de importaciones a precios más competitivos. Esta circunstancia ha presionado a la baja la producción nacional y afectado a sectores industriales clave como el automovilístico o el tecnológico.
El consumo interno, sin embargo, continúa siendo el principal sostén del crecimiento, impulsado por la recuperación del empleo y el dinamismo del turismo, que ha alcanzado cifras récord durante el verano. El Banco de España mantiene su previsión de cierre de año en torno al 2,7 %, aunque advierte de los riesgos asociados a la inflación energética y al posible enfriamiento de la inversión privada.
El Gobierno insiste en que el país sigue en una senda de crecimiento “sólido y equilibrado”, mientras la oposición critica la falta de reformas estructurales. España afronta ahora el reto de sostener el impulso económico en un entorno global más competitivo, donde la innovación, la productividad y la estabilidad institucional serán determinantes para consolidar los avances logrados desde la pandemia.





