La Tumba de los Reyes Católicos: un mausoleo para la eternidad

Sepulcro de los Reyes Católicos

Granada guarda en su corazón una de las joyas más solemnes y conmovedoras de la historia de España: la tumba de los Reyes Católicos. Allí, en la Capilla Real, descansan Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los monarcas que trazaron el rumbo de una nueva era y cuyo legado sigue latiendo como un eco que atraviesa los siglos.

La decisión de reposar en Granada no fue fruto del azar. En 1504, Isabel hizo pública su voluntad de ser enterrada en la ciudad que simbolizaba la culminación de la Reconquista y el nacimiento de una España unificada. Fernando compartió ese deseo. Mientras la Capilla Real se levantaba, sus cuerpos fueron depositados provisionalmente en el convento de San Francisco de la Alhambra. Solo en 1521, por mandato de su nieto, el emperador Carlos V, los restos de los monarcas fueron trasladados con toda la solemnidad que merecían a su morada definitiva.

Una obra de Domenico Fancelli

El sepulcro que corona este panteón es obra del escultor florentino Domenico Fancelli. Tallado en mármol blanco, representa a los reyes yacentes: Fernando revestido con armadura, símbolo de la fuerza militar que sostuvo su reinado. Isabel, con un sencillo atuendo cortesano, reflejo de la sobriedad y la firmeza que guiaron su espíritu. A sus pies, leones vigilan el descanso eterno, evocando la fortaleza y dignidad de la Corona. En las esquinas, los cuatro grandes doctores de la Iglesia latina —San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín— custodian con sabiduría y teología el sepulcro, mientras en los relieves laterales desfilan los apóstoles. Todo, en conjunto, habla de poder, fe y trascendencia.

Bajo la grandeza de este mausoleo artístico se oculta, en contraste, la sencillez de la cripta. Allí reposan los ataúdes de plomo de Isabel y Fernando, junto a los de su hija Juana I, llamada “la Loca”, y su esposo Felipe el Hermoso. También se guarda un pequeño féretro con los restos del infante Miguel, nieto de los Reyes Católicos, cuya muerte truncó la esperanza de una unión aún mayor de las coronas ibéricas. Esta dualidad —el mármol brillante arriba, la humildad del hierro abajo— revela una lección que los propios monarcas quisieron dejar: la gloria terrenal se disuelve, pero la fe permanece.

El museo de la Capilla Real

La Capilla Real no solo alberga tumbas. En su museo se conservan coronas, cetros, tapices flamencos, códices y pinturas que fueron propiedad de los monarcas. Objetos que permiten asomarse al universo íntimo de quienes cambiaron el destino del mundo en 1492, con la conquista de Granada y el descubrimiento de América.

Visitar la tumba de los Reyes Católicos no es un simple recorrido artístico. Es adentrarse en el lugar donde la historia de España se hace piedra y memoria. Allí reposa la pareja que fundó una nación moderna y proyectó su influencia más allá de los mares. Granada fue su última elección y también su triunfo más eterno. Su sepulcro no es solo un monumento funerario: es la proclamación, en mármol y silencio, de que hay gestas que no mueren jamás.

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