Valencia vivió ayer una jornada de duelo y memoria al cumplirse un año de las devastadoras inundaciones que en octubre de 2024 se cobraron la vida de 237 personas y arrasaron barrios enteros de la ciudad. La ceremonia principal, presidida por el rey Felipe VI, se celebró en la Catedral, donde se recordó a las víctimas con un solemne acto de Estado. Afuera, asociaciones vecinales y familiares desplegaron 229 mantas de emergencia doradas, símbolo del dolor y de la fragilidad humana frente a la fuerza de la naturaleza.
El recuerdo, sin embargo, no estuvo exento de tensiones. Diversos colectivos aprovecharon la efeméride para exigir responsabilidades políticas por la gestión de la catástrofe y reclamar una revisión profunda de los sistemas de alerta y evacuación. Los informes técnicos posteriores al desastre confirmaron que el colapso de varias infraestructuras hidráulicas agravó el impacto de la DANA, mientras las autoridades locales y autonómicas intercambian aún reproches sobre la falta de previsión.
Más allá del duelo, la jornada sirvió para reflexionar sobre la vulnerabilidad del territorio valenciano ante fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más frecuentes por efecto del cambio climático. Ingenieros, urbanistas y climatólogos coinciden en que será necesario replantear los planes de ordenación urbana y reforzar las defensas hidráulicas de la región. Valencia, una ciudad acostumbrada a renacer de la adversidad, busca ahora transformar el dolor en una oportunidad para modernizar sus infraestructuras y fortalecer la conciencia colectiva sobre la prevención. El aniversario de la tragedia se convierte así en un punto de inflexión entre la memoria y la responsabilidad.





