Durante siglos, la economía ignoró los límites de la naturaleza. Se producía, se consumía y se desechaba sin mirar atrás. Pero el cambio climático y la degradación ambiental han demostrado que el crecimiento infinito en un planeta finito es imposible.
La economía ambiental busca reconciliar la prosperidad con la sostenibilidad. Propone medir el desarrollo no solo por el PIB, sino por el equilibrio ecológico, el bienestar y la salud del entorno. Impuestos verdes, energías renovables y economía circular son parte de esta nueva lógica.
Las empresas empiezan a comprender que la sostenibilidad no es un coste, sino una inversión en futuro. Los consumidores también han cambiado: exigen productos responsables, energías limpias y transparencia ambiental.
El gran desafío es lograr una transición justa: que los países en desarrollo no paguen el precio de la contaminación de los ricos, y que las generaciones futuras no hereden un planeta exhausto. La economía del mañana será verde o no será.





