La economía española afronta dos grandes desafíos en 2025: la inflación persistente y el alto nivel de los tipos de interés. Ambos factores condicionan el poder adquisitivo de los ciudadanos y la capacidad de inversión de las empresas.
La inflación erosiona los ingresos reales de las familias, mientras que los tipos elevados encarecen los créditos, frenando el consumo y la expansión empresarial. Aunque la situación es más favorable que en otros países europeos, la prudencia sigue siendo esencial.
Para las empresas, el reto es protegerse frente a la subida de costes y buscar fórmulas de eficiencia productiva. Para los ciudadanos, el consejo es claro: diversificar el ahorro, evitar deudas innecesarias y revisar las condiciones financieras.
La política monetaria del Banco Central Europeo seguirá marcando el ritmo, pero la economía española puede mantener el equilibrio si combina control del gasto, estabilidad fiscal y estímulo a la innovación.
En definitiva, 2025 será un año para consolidar la estabilidad, no para improvisar.





