Antes que leyes o tratados, fueron las ideas las que moldearon la economía. Adam Smith imaginó la “mano invisible” del mercado; Marx denunció la explotación del trabajo; Keynes salvó al capitalismo con el gasto público; y Friedman defendió la libertad económica frente al Estado. Cada época, con sus crisis y desafíos, engendró una nueva visión del mundo.
Estudiar la historia del pensamiento económico es, en el fondo, estudiar la historia de la humanidad: nuestros miedos, nuestras esperanzas, nuestra eterna búsqueda del equilibrio entre libertad y justicia.
Hoy asistimos a un nuevo debate: ¿puede la economía seguir midiendo el éxito solo en términos de crecimiento? Autores como Piketty o Mariana Mazzucato reclaman una visión más humana, donde el valor no se mida solo en cifras, sino en bienestar colectivo.
Las ideas económicas no son dogmas: son herramientas que deben evolucionar. Porque, como escribió Keynes, “cuando cambian los hechos, cambio de opinión”. Quizás esa flexibilidad sea el secreto de toda economía sana.





