Túbal, el misterioso nieto de Noé que durante siglos fue considerado el primer poblador de España

El diluvio universal

Durante buena parte de la historia española, un nombre bíblico resonó como origen remoto de la nación: Túbal, hijo de Jafet y nieto de Noé. Su figura, apenas mencionada en el Génesis, se convirtió en uno de los pilares simbólicos que definieron el relato de los orígenes de España. Durante siglos, se enseñó en escuelas, se citó en crónicas y se repitió en discursos políticos y religiosos como si fuera un hecho incuestionable.

Un patriarca convertido en fundador de Iberia

La tradición situaba a Túbal en la Península tras el Diluvio universal. Según el relato transmitido desde la Antigüedad tardía, sus descendientes habrían poblado los territorios que más tarde ocuparían los pueblos íberos. Para las crónicas medievales, aquello bastaba para presentar a Túbal como primer poblador de España, un patriarca que otorgaba al país una genealogía tan antigua como la del mundo mismo.

A lo largo de la Edad Media, esta idea se fue consolidando. Reyes, cronistas y eruditos emplearon el mito para construir una imagen de España profundamente conectada con la historia sagrada. Los manuscritos que circulaban en monasterios y cortes hablaban de un linaje directo que partía de Noé y desembocaba en la Península. En un mundo donde la antigüedad era sinónimo de legitimidad, España quedaba así revestida de un aura ancestral.

Un relato pensado para cohesionar

El mito de Túbal cumplió una función esencial: proporcionar un antepasado común. En una península fragmentada por reinos, lenguas y costumbres diversas, compartir un origen remoto servía para reforzar la unidad. La figura de Túbal permitió articular un relato nacional que trascendía diferencias territoriales y proyectaba la imagen de un pueblo con raíces profundas, anteriores a Roma, a los visigodos y a cualquier otro invasor.

En el ámbito político, esta genealogía funcionó como argumento de prestigio. Vincular el origen de España a un descendiente directo de Noé situaba al país en un plano de nobleza y antigüedad comparable al de las grandes civilizaciones bíblicas. Para la monarquía y para la Iglesia, el mito aportaba un marco sagrado que respaldaba sus discursos y reforzaba su autoridad.

La pervivencia del mito hasta el siglo XX

Lo sorprendente no es que la tradición naciera en la Edad Media, sino que perviviera tanto tiempo. Durante la Edad Moderna, el relato tubalista siguió apareciendo en crónicas, sermones y obras de historia. Incluso con el auge del pensamiento ilustrado, la genealogía bíblica del pueblo español siguió considerándose verosímil para muchos autores.

Durante el siglo XIX, cuando la historia comenzó a estudiarse con métodos más críticos, el mito empezó a perder fuerza, pero no desapareció. Bien entrado el siglo XX todavía aparecía en manuales escolares, señal inequívoca de lo profundamente arraigado que estaba en el imaginario colectivo.

Hoy sabemos que no existe evidencia arqueológica o documental que respalde la llegada de Túbal a la Península. Ninguna cultura, restos materiales o inscripciones permiten confirmar la tradición. Sin embargo, su papel como mito fundacional es innegable: fue una herramienta que permitió a España narrarse a sí misma como un país antiguo, unido y con un destino singular.

El valor histórico del mito

Aunque la figura de Túbal carezca de base factual, su estudio resulta revelador. Muestra cómo los pueblos construyen su identidad a partir de relatos compartidos, cómo la historia se entrelaza con la simbología religiosa y cómo los mitos pueden influir en la política, la cultura y la educación durante siglos.

Túbal es un ejemplo perfecto de cómo España, como tantas otras naciones, buscó en la Biblia un punto de partida que conectara su pasado con lo sagrado. Y aunque hoy la historiografía moderna haya dejado atrás este relato, su eco continúa recordándonos que la identidad de un país se construye no solo con datos, sino también con narrativas capaces de envolver generaciones enteras.

Una invitación a redescubrir España

En tiempos de debates sobre identidad, memoria y nación, conocer estos mitos resulta más necesario que nunca. Sirven para entender de dónde vienen las ideas que marcaron nuestra cultura y cómo evolucionó nuestra visión de España a lo largo de los siglos.

Por eso, si quieres profundizar en los grandes símbolos, relatos y momentos que han dado forma a nuestra historia, te invito a abrir las páginas de En Busca de España. Un libro pensado para redescubrir la grandeza de nuestro pasado, comprender nuestras raíces y emocionarse con ellas. Porque, con o sin Túbal, España sigue siendo una historia apasionante que merece ser contada, celebrada y, por qué no, comprada y leída.

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